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Mi primer contacto con la moto surgió a los tres años, cuando mis padres me regalaron una Yamaha PW50, pero una caída me hizo coger miedo a la moto y hasta los catorce años no retomé el contacto con lo que ahora es mi pasión.
Fue con un Aerox 50 y poco más tarde con una TZR50, pero pronto, mi padre que era endurero, me contagio su pasión por las motos de campo. Me compró una YZ80 la cual disfruté muchisimo.
Me hice un circuito en la finca de mis abuelos y ¡no me bajaba de la moto hasta que no se me acababa la gasolina! El paso siguiente fue salir de ruta con mi padre por caminos cercanos a la finca.
Me encantó la experiencia de disfrutar de la naturaleza practicando esta modalidad del motociclismo, sin embargo, en cuanto probé el motocross… ¡me enamoré por completo!
Fui bastante autodidacta aunque también realicé varios cursos con dos de mis ídolos, Mattias Nilson y Javi Fernández, quienes me enseñaron muchas de las técnicas que hoy en día utilizo para disfrutar de mi deporte.
La realización de alguno de estos cursos requería federarse y este fue el detonante para que entrase en contacto con el mundo de la competición.

Mis expectativas se empezaron a centrar en las competiciones de motocross, llevándome a participar en las competiciones regionales.

Cuando comencé a competir, el resto de los participantes eran hombres, pero eso no frenaba mi impulso. Poco a poco, el número de féminas que competían fue aumentando y gracias a la buena labor de las federaciones nacionales y regionales se empezaron a realizar competiciones de motocross exclusivamente femeninas.

Mi experiencia fue agridulce, aprendí muchísimo y disfruté mucho más, pero llegaron las lesiones y una de ellas me aparto de esta disciplina, ya que mi traumatólogo me indicó que mi lesión de espalda no me permitiría volver a desarrollar mi deporte.

Mi objetivo posterior fue probar en otras disciplinas ‘menos exigentes’, hasta que di con el rally.

Mi padre había participado en el Dakar como mecánico del equipo formado por Hernández y Fernández. Contaba historias fascinantes que me entusiasmaban, y empecé a soñar con esta carrera, aunque, como digo, no era más que un sueño.

A los 18 años empecé a tener contacto con el desierto bajando a disfrutar de él una semana al año en Marruecos en el Raid Desert Trophy. Fue una cita ineludible, desde 2005 hasta ahora.

Creo que desde el primer momento que mis dos ruedas pisaron el desierto marroquí, este me atrapó por completo; quien ha disfrutado de ello, ¡me entenderá perfectamente! Ese horizonte interminable, ese mar de dunas, esa luminosidad de las personas que comparten lo poco que tienen, etc. todas y cada una de estas sensaciones, hacen que cada vez que vuelves de uno de estos viajes sepas que no va a ser el último que realices a aquel rincón del mundo.

Una de las primeras competiciones que realicé en suelo marroquí fue el Vespa Raid Maroc, un rally super divertido en el cual recorríamos con Vespas preparadas unos 250km diarios.

¡Me encantó la experiencia! El afrontar la carrera en solitario y ser cien por cien responsable de tus decisiones hizo que madurara lo suficiente como para sentir que estaba preparada para poder afrontar otros retos más ambiciosos, aunque ganar en tres ocasiones la clasificación absoluta… también ayudó 🙂

Una de las competiciones que más me ha marcado en esta disciplina, fue mi participacion en el Intercontinental Rally 2016, antiguo Dakar africano; intentar finalizarlo suponía un reto para mí.

El sueño se hizo realidad y conseguí llegar al Lago Rosa completando todas las etapas, siendo la primera mujer que conseguía ese reto y la séptima clasificada de la general.

El sentimiento de llegar a aquel lago, cuyas rosas aguas habían visto pasar a todas las grandes figuras del Rally Dakar…. es indescriptible. La emoción que me embargaba borró de mi mente todas las dificultades que había tenido que sortear para llegar donde estaba.

Esta experiencia tan gratificante me hizo empezar a soñar con el Dakar.

Como parte de mi preparación para el Rally Dakar, tomé contacto en 2017 con el Mundial de Bajas en la mítica cita española, la Baja Aragón.

Solo llegar a ese paddock ya me hizo sentir afortunada. ¡Estaba rodeada de pilotos del Dakar de todas las categorías!

Compartir trazado con pilotos de la talla de Joan Barreda, Nasser Al Attiyah, Orlando Terranova, Rafa Tibau, etc. fue para mí todo un master.

De forma totalmente inesperada, me alcé con la victoria en esta prueba y luché por poder tomar parte en la última prueba del campeonato para poder optar al título mundial.

Finalmente pude tomar parte en la prueba de Portugal y ganar el Mundial. Este fue el punto de inflexión real; realmente me sentía preparada para afrontar un Dakar.

2018 fue el año de preparación para el Dakar, pero realmente, ha sido uno de mis peores años.

Tres fuertes lesiones en los cuatro primero meses del año me dejaban bastante débil, no tanto física, sino psicológicamente. La última de esta trilogía de lesiones fue una caída en el Merzouga Rally, prueba clasificatoria para el Dakar, donde en la última etapa, cuando tan sólo quedaban 40km para finalizar el rally, me ‘comí’ una duna cortada que me hizo caer desde unos 6m de altitud; ¿conclusión? dos clavículas fracturadas y un neumotórax me retenían en Marruecos.

Finalmente, tras dos días de furgoneta, pude llegar a Madrid donde me intervino el Doctor Arocena, quien consiguió poner todos mis huesos en su sitio. Pero aún quedaba el trabajo más duro, rescatar de nuevo mi mente.

Durante el resto del año estuve enfrentándome a lo que denominamos ‘la primera etapa del Dakar’, conseguir el presupuesto para afrontarlo. Compatibilizaba como podía trabajo, entrenamiento, reuniones, llamadas a posibles patrocinadores, etc. Fue un año realmente duro pero, sin duda, mereció la pena.

En Enero de 2019 por fin llegó mi regalo de Reyes más ansiado, competir en el ¡Rally Dakar! Afronté la carrera de una manera un tanto… especial.

Había sido la primera mujer inscrita en la categoría Original, es decir, sin asistencia mecánica. ¡Hasta la gran Laia Sanz se hacía eco de mi aventura! Fue realmente emocionante formar parte de este rally histórico del cual había escuchado tantas historias, además de poder compartirlo con mi pareja Javi Vega.

Pude realizar cuatro etapas pero, en esta última, tuvimos que enfrentarnos a un fallo mecánico, el cual no pudimos solucionar en pista y me hizo abandonar la carrera.

Fue el día más duro del rally; tanto trabajo para poder llegar hasta allí, y un fallo mecánico me dejaba fuera de juego.

Pero poder seguir la caravana del Dakar hasta el final de la carrera me hizo aprender el funcionamiento tanto de ella como de mí misma.

Sin duda, todo este conocimiento me sirvió para ponerlo en valor en la edición 2020 donde conseguí finalizar el rally más duro del mundo en la categoría más dura, Original, sin asistencia.

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